La regulariad de los horarios es uno de los mejores tratamientos "antiestrés". Establecer
prioridades, renunciar a algunas tareas y reservar tiempo para uno mismo serán tus aliados contra el
estrés.
Irse a la cama y despertarse siempre a la misma hora, así como respetar el horario habitual de la
cena o el juego con tus hijos te ayudará a encontrar de nuevo un equilibrio físico y psicológico y
una sana tranquilidad.
El organismo se beneficia de la costumbre de la puntualidad y reacciona con serenidad, superando
así el cansancio y las tensiones.
El desequilibrio de los ritmos y de los horarios empeora el estrés, con la acumulación de retrasos y
de tareas que no se consiguen sacar adelante.
¿El resultado? El tiempo que te queda para ti misma es a menudo inexistente.
Si estás en esta situación, intenta reorganizar tu jornada y procura descargarla un poco de deberes.
No te sepa mal establecer prioridades y renunciar a hacer aquellas cosas a las que "no llegas".
Dentro de una jornada bien organizada debes "obligarte" a mantener un espacio de tiempo, aunque
sea muy corto (es suficiente con diez o veinte minutos), dedicado exclusivamente a ti misma.
Cada vez podrás emplear esta pausa de una forma distinta: un breve descanso, leer el periódico o
bien aplicarte una mascarilla relajante en el rostro o, incluso, practicar una afición que te relaja.
El "baño de oscuridad"
Veinte minutos diarios sin luz ni ruidos son suficientes para reconfortar el cuerpo y la mente y
aliviar las tensiones.
Se trata del "baño de oscuridad", un tratamiento de distensión que puedes practicar en tu casa.
Encuentra un momento para tumbarte boca arriba en una cama sin almohada, a oscuras y en
silencio, con las piernas estiradas y una colcha enrollada alrededor de las rodillas, con el fin de
relajar cualquier tensión muscular.
Intenta relajarte y no pensar en nada. Será más eficaz si te aplicas dos discos de algodón empapados
en una infusión de manzanilla sobre los ojos.
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